Friday 9 March 2007

Recuerdos. Oliverio ayuda a recordar.


12 de enero de 2007. Abismo.


Me derrumbé,

caí,

entre llantos de arena,

entre escombros y ruinas;

ante la paranoica estupidez macabra,

aquel delirante cretinismo estentóreo

senil orgía de egoísmo prostático;

que con cada palabra

me gritaba:

<¡Abajo!>

<¡Más abajo!>

discurso en lengua oscura,

corriente de palabras homicidas,

sin sentido,

arrollándolo todo,

describiendo la trayectoria

de mi afónico naufragio;

herida,

en seco,

con las alas arrancadas,

con ojos acuáticos,

más allá del aliento,

de la luz,

del recuerdo;

clamando silencio,

¡cállate!


Y su voz de fantasma,

alimentada de piedras y orgullo,

impermeable a cuanto le rodea,

anestesiada por el frío;

se queda tranquila,

contenta,

satisfecha.


¿Comprendes?

Yo tampoco.

Yo no comprendo nada.



25 de enero de 2007. Primera nieve del año.


Visitante,

en el país de los congelados,

en el silencio que se camina;

con el eco de sabias palabras,

que adquieren psicologías criminales;

tan sólo con la cabeza sobre los hombros,

el miedo queriendo que camine hacia atrás;

enfrentándome, caminando hacia el abismo,

requiriendo un mal funcionamiento del frontal.


Sin ser yo quien espera,

quien enmudece

extraviada, cansada,

delirante, ignorante;

quien traga lágrimas mientras escucha

tus palabras sobre orden, caos,

mucho o poco trabajo,

ignorando el tiempo no compartido,

juzgando sin conocer.


Horrorizada al comprender,

que no eres inmune al frío,

a las distancias, a las ausencias,

a los rumores ajenos, a los malos consejos;

que no sabes, ni crees,

ni sientes, ni ves,

ni escuchas, ni comprendes nada.

Que ya no eres el mismo

o que eres una rana idiota.


Y aquella noche,

polvo,

sideral,

funerario;

fuera del camino,

borracha de oraciones,

sin oscuridad, ni lumbre,

ni muerte, ni destino,

condenada al silencio.


Soñando arreglar mis alas,

para seguir volando,

desesperadamente.



Fin del viaje.

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