Monday 16 April 2007

Propuesta para la V Escuela de Orient Mukhtar Mai

“Mi opinión sobre las relaciones entre Europa y Asia”

El nacimiento de las relaciones internacionales va unido a la preocupación por los conflictos entre estados y a la búsqueda de soluciones a dichos conflictos. Soluciones con la pretensión de la universalidad, es decir, con el objetivo de que estas respuestas tengan una validez universal, valgan para todos, puedan ser comprendidas por cualquier cultura en cualquier lugar. Una pretensión tan ambiciosa como difícil de lograr y que ha sido y continúa siendo un intento frustrado. Pensar la universalidad universalmente es la tarea pendiente.

El camino hacia la construcción de la necesaria e inexistente universalidad no debe pasar por exportar nuestras respuestas occidentales a los distintos continentes, procediendo primero a una traducción al idioma del país en cuestión del producto occidental, sino por pensar en ese idioma los problemas del hombre y del mundo que allí se plantean. Para ello, se hace necesario salvar dos escollos: el del etnocentrismo y el del exotismo, consistente el primero en proyectar la visión que uno tiene del mundo sobre el resto del mundo y el segundo en caer en la fascinación de la diferencia, en el espejismo de la distancia. Y en mi opinión la principal dificultad para ello no ha estribado tanto en la diferencia del pensamiento asiático respecto al europeo como en la indiferencia mutua que han mantenido tradicionalmente.

El ejemplo que me gustaría esbozar viene de la mano de los profesionales sanitarios trabajando en un ambiente multicultural. El haber ignorado sistemáticamente las raíces raciales, étnicas y culturales de la población a la que atendían y sobre todo los conceptos de salud, prevención, diagnóstico y tratamiento que reflejan estas raíces, ha impedido y seguirá impidiendo ofrecer una atención médica de calidad. Una muestra muy reciente de ello nos lo ofrece un estudio realizado en una universidad africana, que ha demostrado que los sanadores tradicionales tienen un papel fundamental para que las personas sigan o abandonen el tratamiento antisida. Y esto último es lo que hasta la fecha ocurre al no haber contado con la imprescindible participación de estos sanadores en las campañas sanitarias, e ignorar que el coste, la confianza, la tradición y sobre todo la proximidad, hacen que este recurso sea el primero, cuando no el único, al que recurren los pacientes cuando están enfermos.

Además de ello, la medicina “no occidental” ofrece a la nuestra soluciones probadas a muchas de sus carencias y problemas, como el de la despersonalización de los tratamientos o el no poder ofrecer respuestas a la insistente pregunta de los pacientes de “¿por qué yo?”, teniendo que contentarlos con las respuestas al “¿por qué?”. De la misma forma, cegados por los éxitos de los tratamientos de las enfermedades agudas e infecciosas y de los procedimientos quirúrgicos, seguimos sin prestar atención a los excelentes resultados de estas medicinas en el tratamiento de condiciones crónicas.

Para tratar de subsanar este error de procedimiento tan importante en un mundo en el que las fronteras se disuelven, es necesario obtener una competencia cultural que nuestros actuales planes de estudio no ofrecen. En primer lugar es necesario adquirir una conciencia de la cultura, los prejuicios y las creencias propias. Y una vez dado ese paso, aprender a reconocer y comprender la diferencia, desarrollar estrategias de comunicación efectivas y adaptar nuestras habilidades a las necesidades de los diferentes grupos étnicos y raciales. Sólo un conocimiento global de las diferentes propuestas permitirá aceptar lo mejor de cada una de ellas para convertirlas en universales. Y para ello, además de interés, lo único que se necesita es diálogo.

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